LA   ASTROLOGÍA.

Ya hemos dicho, que la luz astral recibe y conserva, todas las huellas de las cosas, y que, el agente universal o principal de la vida, coopera por una serie de aparatos destinados a ese fin por la naturaleza, a la concepción, y al embrión ato y movimiento de los niños.

Ahora bien, si esa luz es bastante prodiga en imágenes, puede dar fruto a una preñes con las huellas visibles de una fantasía, o de una delectación de la madre, que con mayor razón, debe transferir al temperamento, inmóvil todavía e incierto del recién nacido, las impresiones atmosféricas y las influencias diversas, que resulten de un momento dado en todo el sistema planetario, de tal o cual disposición particular de los astros.

Nadie ni nada, es indiferente en la naturaleza, un guijarro de más o de menos, en una carretera, puede modificar profundamente, los destinos de los más grandes hombres, o aún, de los más grandes imperios; con mucha mayor razón, el lugar de tal o cual estrella en el cielo, se refleja en esa luz, y que entra por su nacimiento en la armonía universal del mundo sideral.

Los astros están encadenados unos a otros, por la ley de la atracción, que los mantiene equilibrados.

Los signos impresos en la luz astral, por el reflejo de la atracción de los astros, se reproducen, pues, como lo descubrieron los sabios antiguos, sobre todos los cuerpos que se forman mediante el concurso de esa luz.

El arte serio de la adivinación, reposa por completo, en el conocimiento de estos signos.

La quiromancia, es el arte de leer en las líneas de la mano, la escritura de las estrellas.

La metoposcopia, busca los mismos caracteres u otros análogos, sobre la frente de los consultantes.

Efectivamente, los pliegues formados en la faz humana, por las contracciones del tejido nervioso, están totalmente determinados; y la irradiación del tejido nervioso, es absolutamente análogo a esas redes formadas entre los mundos, por las cadenas de atracción de las estrellas.

Las fatalidades de la vida, se escriben pues, necesariamente en nuestras arrugas, y se reconocen con frecuencia a primera vista, sobre la frente de un desconocido, una o muchas letras misteriosas del planisferio cabalístico.

Esa letra, es todo un pensamiento, y ese pensamiento, debe dominar la existencia de ese hombre. Si la letra no está clara, y está penosamente grabada, hay una lucha en el, entre la fatalidad y la voluntad, y sea en sus emociones y sea en sus tendencias más fuertes, todo su pasado se le revela al mago; así como también su porvenir, que es fácil de conjeturar, y si  los acontecimientos engañan a veces la sagacidad del adivino, el consultante no queda menos asombrado y convencido de la ciencia sobre humana del adepto.

La cabeza del hombre, está hecha sobre el modelo de las esferas celestes; atrae e irradia, y es ella, la que en la concepción del feto, se manifiesta y se forma en el primer lugar.

Sufre pues, de una manera absoluta, la influencia astral, y atestigua, por sus diversas protuberancias, sus diversas atracciones.

La fenología debe pues, por tanto, encontrar su última palabra en la astrología científica y depurada, de  los problemas que sometemos a la paciencia y buena fe de los sabios.

Según Ptolomeo, el sol deseca y la luna humedece, según los cabalistas, el sol representa la justicia rigurosa, y la luna es simpática a la misericordia, es el sol, el que forma las tempestades; es la luna la que, por una dulce presión atmosférica, hace crecer y decrecer, y “hace respirar al mar”. Su lee en el Sohar, (uno de los más grandes libros sagrados de la cabala), que -la serpiente mágica, hija del sol, iba a devorar al mundo, cuando la mar, hija de la luna, le puso el pie sobre la cabeza y la dominó-.

Por esto es, por lo que entre los antiguos, venus era la hija del mar, como Diana era idéntica a la luna; también por esto, el nombre de MARÍA, significa estrella del mar, o sol del mar.

Para consagrar este dogma cabalístico, en las creencias populares, se dijo en lenguaje profético. “Es la mujer, la que debe aplastar la cabeza de la serpiente”.

Jerónimo Cardan, ha dejado un calculo, por medio del cual, todo mundo puede prever la buena o mala fortuna de un año, porque resume los acontecimientos de aquellos que han precedido, en 4, 8. 12, 19 y 30.

El 4 es el de la realización.

El 8 el de Venus, o el de las cosas naturales.

El 12, que es el ciclo de  Júpiter, corresponde a los éxitos, a los buenos acontecimientos.

El 19 corresponde a los ciclos de la Luna y Marte.

El 30 es el de Saturno, o sea el de la fatalidad.

Así, por ejemplo, yo quiero saber que me acontecerá en este año, procederé así:

Hace 4 años  repasaré en mi memoria, todo cuanto me ha ocurrido de decisivo y real, en el orden de progreso y de la vida.

Ahora bien, hace 8 años; lo que  me ha ocurrido en dicha o desdicha de un modo natural.

Hace 12 años; lo que puedo contar de éxitos e infortunios.

Hace 19 años, los infortunios, las desgracias o enfermedades naturales.

Hace 30 años, lo que he experimentado de triste y fatal.

Después, teniendo en cuenta hechos irrevocables acaecidos, y los progresos de la edad, cuento sobre análogas probabilidades a las que ya debo, las mismas influencias de los mismos planetas, y digo: (porque todo es cíclico),

“Si estoy en el año 2000, y en 1996 me he visto violentamente rico, en comparación del 2000, aunque con apuros aún”.

“En 1992 me separaron violentamente de mi familia, y fue doloroso para mi y mi familia”.

“En 1988, tuve problemas de adaptación con la sociedad”.

“En 1981, fue cuando más seguridad económica tenía, pero no tenía comunicación con la familia”.

“Y finalmente, en 1970 estaba en Estados Unidos, sin familia ni dinero”.

Entonces este año me traerá:

 Me veré con dinero, pero con apuros aún.

Tendré mucho dinero, y mucho trabajo, pero me separaré de la familia, y será doloroso.

Tendré problemas de adaptación allá, donde iré, pero al final tendré, una seguridad económica, y tendré problemas con la familia todavía.

Según todos los grandes cambios en astrología, los cometas son las estrellas de los héroes excepcionales, y no se acerca a la tierra, más que para anunciarle grandes cambios.

Los planetas presiden las colecciones de seres, y modifican los destinos de un solo hombre, y con frecuencia, un gran numero de almas, se ven atraídas por los rayos lejanos de un mismo sol.

Cuando morimos, nuestra luz interior se va, siguiendo la atracción de su estrella, siendo de este modo, como revivimos en otros universos, en donde el alma, se hace una nueva vestidura, análoga a los progresos o decrecimientos de su belleza, porque nuestras almas, separadas de nuestro cuerpo, se parecen a las estrellas errantes, son glóbulos de luz animada, que buscan siempre, su centro, para encontrar su equilibrio y su movimiento, pero antes, deben desprenderse, de “”los anillos de la serpiente”, es decir, de la luz astral no depurada, que los rodea y los cautiva, en tanto que la fuerza de la voluntad no las eleva hacia arriba.

La inmersión de la estrella viviente, en la luz muerta, es un suplicio espantoso, el alma se hiela y se abrasa en ella al mismo tiempo, y no tiene otro medio de desprenderse, que volviendo a entrar a la corriente de las formas exteriores, y adquirir una envoltura de carne, para luchar después, con energía, contra los instintos, para afirmar la libertad moral que le permitirá, en el momento de la muerte, romper las cadenas de la tierra, y volar triunfante, hacia el astro consolador, cuya luz le ha sonreído.

Por este dato, se comprende lo que es el fuego del infierno, idéntico al demonio, o a la antigua serpiente, en esto consiste la salvación o la reprobación de los hombres, todos llamados a la salvación, y todos sucesivamente elegidos por Dios, pero un gran numero, después de haber estado expuestos a sus instintos, pueden caer, por sus faltas, en el fuego eterno.

Tal es la grande y sublime revelación de los magos, revelación madre de todos los símbolos, de todos los dogmas, de todos los cultos.

Las religiones descienden únicamente de la astronomía.

Es por el contrario, la astronomía, la que ha nacido de la astrología, y la astrología primitiva, es una de las ramas, de la santa cabala, la ciencia y la religión de las religiones.

Así se ve, en la página 17 del Tarot, una admirable alegoría: “Una mujer desnuda, que representa, a la vez, la verdad, la naturaleza, y la sabiduría, indicando, sin verlas, dos urnas hacia la tierra, donde vierte fuego y agua, por encima de su cabeza, brilla el septenario estrellado, alrededor de una estrella de 8 rayos, LA VENUS, símbolo de paz y amor; alrededor de la mujer, verdean las plantas de la tierra, y sobre una de esas plantas, viene a posarse una mariposa de Psiquis, emblema del alma reemplazada en algunas copias del libro sagrado, por un pájaro, símbolo más egipcio, y probablemente, más antiguo.

Esta figura que en el tarot moderno, lleva el titulo de estrella, es análoga a muchos símbolos herméticos, y no deja de guardar analogía, con la estrella flamante de los iniciados en francmasonería, manifestando, la mayor parte de los misterios de la doctrina secreta de los Rosa-Cruz.