LA GRAN OBRA.
La gran obra, es ante todo, la creación
del hombre por si mismo, es decir, la conquista, plena y completa, que hace de sus facultades y de su porvenir; es especialmente,
la emancipación perfecta de su voluntad, que le asegura el impero universal del “AZOR”, (luz astral), y del dominio
de la magnesia, es decir, un pleno poder sobre el agente mágico universal.
Este agente mágico, que los antiguos
filósofos herméticos disfrazaron bajo el nombre de materia primera, determina las formas de la sustancia modificable, y puede,
realmente por su medio, llegar a la transmutación metálica y a la medicina universal. Esto no es una hipótesis, es un hecho
científico, ya rigurosamente comprobado y perfectamente demostrable.
Nicolás Flámel y Raymundo Lulio,
pobres ambos, distribuyeron de un modo evidente, inmensas riquezas.
Agripa, no llegó nunca, mas que a
la primera parte de la gran obra, y murió penosamente, luchando para poseerse a si mismo únicamente, y fijar su independencia.
Existen, por consiguiente, dos operaciones
herméticas; la una espiritual, la otra material, dependientes la una de la otra.
Toda la ciencia hermética, esta contenida
en el dogma de Hermes, primitivamente grabado, según se dice, en una esmeralda. Ya que hemos explicado los primeros capitules
del dogma, he aquí, los que se refieren a la operación de la gran obra:
“Tú separarás la tierra del
fuego.
Lo sutil de lo espeso, con gran industria.
Sube de la tierra al cielo, y de
rechazo deciente a la tierra y recibe la fuerza de las cosas superiores e inferiores.
Tú tendrás por este medio, la gloria
de todo el mundo, y por eso toda oscuridad huirá de ti.
Es la fuerza, fuente de toda fuerza,
porque ella vencerá toda cosa sutil, y penetrará toda cosa sólida.
Así ha sido creado el mundo”.
Separar lo sutil de lo espeso, es
la primera operación que es puramente eterna, es franquear el alma de todo prejuicio y de todo vicio. Lo que se hace con el
uso de la sal filosófica, es decir, de la sabiduría; del mercurio, es decir, de la habilidad personal y del trabajo, y por
último, del azufre, que representa la energía vital y el calor de la voluntad. Se arriba por este medio, a cambiar en oro
espiritual, desde las cosas menos preciosas, hasta las inmunditas de la tierra.
En este sentido es como hay que admitir
las parábolas de la gran turba de filósofos, de Bernardo el Trevisano, de Basilio Valentín, de María la egipciana, y de otros
profetas de la Alquimia.
Pero en sus obras, como en la gran
obra, es preciso separar hábilmente, lo sutil de lo espeso, lo mastico de lo positivo, la alegoría de la teoría. Si se quiere
leerlos con placer e inteligencia, es necesario, ante todo, entenderlos alegóricamente por completo, para después descender
de las alegorías a las realidades por la vía de las correspondencias o analogías indicadas en el dogma único.
Lo que esta arriba, es como lo que
esta abajo.
La palabra Art., leída de derecha
a izquierda, manifiesta por esas tres iniciales, los diferentes grados de la gran obra: T significa ternario, teoría, trabajo.
R, realización; A, adaptación, más adelante daré la receta de los grandes maestros, para la adaptación, y especialmente, la
contenida en la fortaleza hermética de HENRI KHURRAT.
Pero mandamos a las investigaciones
de quien lea esto, un admirable tratado atribuido a Hermes Trimegisto, y que lleva el nombre de MINERVA MUNDI.
Este tratado se encuentra únicamente,
en algunas ediciones de HERMES, y contiene, bajo alegorías llenas de poesía y de profundidades, el dogma de la creación de
los seres por si mismos, o de la ley de creación, que resulta del acuerdo de dos fuerzas, de aquellos que los alquimistas
llamaban, lo fijo y lo volátil, y que son, en lo absoluto, LA NECESIDAD Y LA LIBERTAD,
allí se explican la diversidad de formas repetidas en la naturaleza, por la diversidad de los esfuerzos. La lectura
y manifestación de esta obra, es indispensables a todos los adeptos que quieren profundizar los misterios de la naturaleza
y entregarse seriamente, a la busca de la Gran Obra
Cuando los maestros de la alquimia
dicen que es preciso poco tiempo y poco dinero para realizar las obras de la ciencia, cuando sobre todo, afirman que un solo
vaso es necesario, cuando hablan del grande y único atanor, que todos pueden usar, y que esta al alcance de todo el mundo,
y que los hombres poseen sin saberlo, aluden a la alquimia filosófica y moral.
En efecto, una voluntad fuerte y
decidida, puede llegar en poco tiempo, a la independencia absoluta, y todos nosotros poseemos el instrumento químico, el grande
y único atanor que sirve para separar lo sutil de lo espeso, y lo fijo de lo volátil. Este instrumento completo como un mundo,
y preciso como las matemáticas, esta designado por los sabios, bajo el emblema del PENTAGRAMA, O DE LA ESTRELLA DE PARACELSO
DE CINCO PUNTAS, que es el signo absoluto de la inteligencia humana. Yo imitaré a los sabios, no nombrándolo; pero es demasiado
fácil adivinarlo.
La figura del Tarot, que corresponde
a este capítulo, ha sido mal comprendida por Court De Gibelin y por Etilla, quienes han creído ver únicamente un error cometido
por un fabricante de cartas alemán. Esta figura representa a un hombre con las manos atadas a la espalda, llevando consigo
dos sacos de dinero debajo de los brazos, y colgando de un pie, de un aparato formado por dos troncos de árbol, teniendo uno
de ellos, una raíz de seis ramas cortadas y de un travesaño, que completa la figura del Tau hebreo. Las piernas del paciente,
están cruzadas y sus codos forman un triangulo con su cabeza. Ahora bien, el triangulo sobre montado por una cruz, significa
en alquimia, el fin y la perfección de la gran obra, significación idéntica a la de la letra Tau que es la última del alfabeto
sagrado.
Este ahorcado, es pues, el adepto,
ligado por sus compromisos, espiritualizado, con los pies dirigidos hacia el cielo; es también, Prometeo, sufriendo con una
tortura inmortal, la pena de su glorioso vuelo.
Es vulgarmente, Judas el traidor,
y su suplicio, amenaza a los reveladores de la gran obra.
Por último, para los cabalistas judíos,
este ahorcado, que corresponde a su duodécimo dogma, el prometido Mesías, es una protesta contra el Salvador reconocido por
los Cristianos, a quienes parece todavía decir: ¿Cómo salvarnos, tu a los demás, si no has podido salvarte a ti mismo?
En las antiguas escrituras anteriores
a la cautividad, el –Tau hebreo. Tiene la figura de una Cruz, lo que confirma una vez más, nuestra interpretación de
la duodécimo lamina del Tarot cabalístico. La cruz generadora de cuatro triángulos, es también el signo sagrado del duodenario,
y los egipcios, la llamaban por esto mismo, la llave del cielo.